Cómo superar el estrés.
La vida no es una enfermedad. Y las contrariedades que ésta nos presenta son, como las alegrías, valiosas oportunidades de crecimiento. No son meros traumas o duelos que llorar y ante los que fustigarse y autovictimizarse. Son retos o tests ante los que ponernos a prueba, sacar fuera toda esa sabiduría silenciosa e invisible que guardamos dentro sin ni siquiera saberlo, y entrar en acción.
No hay que pasar el fin de semana haciendo puenting o apuntarnos a los simulacros de guerra para hacer de la vida una aventura. La aventura interior es más emocionante que cualquier montaña rusa de última generación, y nos está poniendo a prueba cada día, si queremos verlo.
Y sin embargo, todas estas aventuras no dejan de producir tensiones o estrés, que puede acabar controlando nuestra vida si no somos conscientes, lo miramos a la cara, lo vemos tal como es, y aprendemos a llevar las riendas, cuando toque, o a dejarnos llevar en el fluir de las cosas, cuando toque también.
1. Nadie es perfecto.
Nadie es perfecto. Asimila esto y ya habrás dado un primer paso de gigante.
Reconocer que no eres perfecta te identificará con la "imperfección" ajena y te ayudará a aceptar que las cosas son como son, no como quisiéramos que fueran. Destensa las cuerdas, relaja tus expectativas respecto a tus ambiciones en el trabajo, las notas de tu hijo en el colegio, la comprensión de tu pareja y su habilidad para escucharte, o la eficacia con que organizas tu tiempo de superwoman. Relaja tus expectativas respecto al futuro, sobre todo, o el pasado que hubieras deseado tener. Si te concentras en disfrutar del presente sacarás lo mejor de él. Y la suma de los mejores momentos presentes siempre es inmejorable. Y como mínimo te llenará de satisfacción.
2. Ejercicio: más endorfinas, menos adrenalina y cortisol.
Las tensiones mentales producen también tensiones físicas, contracciones musculares e incluso dolor. Por eso el ejercicio, que consigue liberar tensiones físicas, nos ayuda a librarnos también del estrés. Pero además, hay que tener en cuenta los efectos fisiológicos, eléctricos (activa el sistema nervioso) y químicos (producción hormonal) del ejercicio.
Entre otras cosas, activa el sistema cardiovascular y respiratorio, llevando más oxígeno a nuestro organismo; aumenta la producción de endorfinas, la conocida "hormona de la felicidad", y reduce los niveles de adrenalina y cortisol, extremadamente dañino para nuestro sistema inmunológico. El resultado emocional es un estado de satisfacción que se ve favorecido además por la mejor forma física que encontramos no sólo en nuestra agilidad, reflejos y demás, sino en la misma imagen en el espejo: más estilizada (menos retención de grasas y agua), la piel más limpia, el cabello más sano, los ojos más brillantes. Y la sonrisa más radiante y natural.
La oferta es practicamente ilimitada y para todos los gustos: camina, nada, monta en bici, corre por el parque o la playa, practica el tenis, artes marciales, taichí o yoga; juega al fútbol o sal a navegar con el catamarán o la piragua, patina sobre hielo o aprende bailes de salón, aeróbic o cardio en la sala de máquinas. Completa la lista tú misma.
3. Relajación.
Actividad y relajación son dos caras de la misma moneda. El descanso nos permite liberarnos de los residuos químicos que el estrés deja en nuestro organismo, y recargar las baterías para seguir actuando con renovada energía. Pero lo más importante tal vez es la capacidad de recuperar nuestro centro, el equilibrio perdido bajo los efectos excitantes de los acontecimientos que llenan nuestra vida, ya sea de nuestro gusto o disgusto.
Relajarse puede ser la cosa más sencilla del mundo o bien la más complicada. Lo que es evidente es que, como todo lo demás, la práctica lo facilita.
a) Meditación. Empieza parándote físicamente y eso ayudará a pararlo todo. Observa tu respiración; si aún la encuentras agitada, notarás cómo y cuándo empieza a ralentizarse y a hacerse más profunda y completa. Escucha los sonidos que te rodean; huele los olores del aire que te envuelve. Si tu estado es un tanto agitado, preferirás sin duda un sitio tranquilo y silencioso, con aromas agradables (de lo contrario, las estridencias pueden alterarte los nervios más todavía). Si no lo es tanto, puede que te asombres de tu capacidad para aceptarlo todo (ruidos y melodías musicales; el perfume de las velas aromáticas y el olor de las comidas que asciende por la escalera) con la misma disponibilidad.
b) Actividades relajantes. Si prefieres actividades, busca tu propia forma de ralentizar tu ritmo: leer un libro de tu gusto, mirar una película, tumbarte al sol de la tarde en la playa y nadar, cuidar las plantas, cocinar, escuchar música... Puede que te interese saber que mientras el rock estimula el sistema nervioso (no siempre para bien) la música barroca activa el cerebro y reduce el estrés, y el vals o los adagios tienen el efecto de canciones de cuna relajantes. Puede que te interese saber también que mientras el color rojo es altamente energético y el amarillo activa las emociones, el azul y el verde inducen a la tranquilidad. Es cierto que cada persona reacciona a su manera ante las cosas, pero no está de más conocer ciertas tendencias que funcionan en general.
4. Aceptación: no juzgues tanto.
Para acabar este capítulo, cerramos el círculo en el mismo lugar en el que empezamos -nadie es perfecto. Aceptar las cosas como son cuando no hay manera de cambiarlas suele resultar una sabia actitud. Intenta evitar la crítica o la clasificación constante de las cosas que te rodean, y especialmente de ti misma. Las cosas, las situaciones, son como son y es absurdo plantearse constantemente si podrían ser mejores o peores. Existen y eso las hace queribles, como a las personas. Aplica conceptos como la tolerancia y el respeto a la diversidad a todo lo que existe, dentro y fuera de ti. Recuerda: no existe día sin noche.
Texto: Marié Morales.