Alfred Font: 

Eres conciencia experimentándose a sí misma a través de infinitas formas aparentemente opuestas.


En la medida en que reconoces que no eres el conjunto de creencias, pensamientos y sensaciones que creías ser, tu identidad retorna a su verdadera posición y la vida se da cada vez más desde otro “sitio”. Un sitio en el que no hay carencia, ni conflicto, ni experiencia de limitación. En cierto modo, nada cambia y a la vez todo es completamente distinto: la vida deja de ser un constante ejercicio de resistencia a lo que es y de búsqueda de lo que será.

 
No siempre resulta fácil hablar de la no-dualidad. A primera vista, puede sonar algo abstracto, pura filosofía, juegos intelectuales de la mente conceptual. Nada más lejos de la realidad, según Alfred Font, que insiste en cada pregunta, en cada investigación, en que soltemos por un instante nuestras creencias (esa fe ciega que considera real todo lo que nos han enseñado) para buscar la respuesta en nuestra propia experiencia personal. Un método que recuerda de alguna manera al viejo Sócrates, en la forma y también en el fondo (“Conócete a ti mismo”) y al gran referente de la no-dualidad, Ramana Maharshi  (la indagación de quién soy yo).
También puede ocurrir que le interpeles: “Pero dime algo práctico, que yo pueda utilizar en mi vida diaria, en mis conflictos cotidianos.” Y entonces es cuando puedes descubrir que es esa ilusión del yo separado la que quiere seguir alimentándose del conflicto que la sustenta. “No hay nada más pragmático y realista que detener todo intento de búsqueda y mejora (personal y de la situación) y explorar directamente este momento tal como es”. “No es que el reconocimiento de la verdad ayude (en la vida diaria) sino que supone el fin de aquel que creía necesitar ayuda”.
¿Te parece complicado? Alfred nos ayuda a “reconocerlo” mejor.
 
 
 
 

Dicen que la espiritualidad ayuda a vivir, especialmente en los momentos de crisis. ¿Qué aporta la espiritualidad? ¿Autoengaño? ¿O revelación, comprensión?

 
Deberíamos aclarar primero de qué hablamos exactamente cuando hablamos de espiritualidad. Hoy en día, la gran mayoría de lo que se etiqueta como “espiritual” no es más que desarrollo personal envuelto en un velo de aparente trascendencia. En este sentido, sí podríamos hablar de autoengaño. Y el engaño siempre es el mismo: una imposible búsqueda de satisfacción y plenitud personales a través de procesos, estados y objetos. 
 
 

Y la plenitud no la vamos a encontrar en el mero desarrollo personal.

 
La espiritualidad real es justamente lo contrario: la disolución de lo personal y de esa búsqueda. Por eso, en realidad la espiritualidad no te ayuda ni te aporta nada a ti como individuo. Sería más preciso decir que te despoja de algo. Concretamente, de todo aquello que no eres y creías ser. Es decir, pone fin a la identificación con ese proceso al que llamamos ego, que no es más que la creencia de que soy un ser individual viviendo en un cuerpo-mente separado. Es el ego el que se ve a sí mismo atravesando momentos de crisis, el que se ve en peligro, el que se preocupa y el que está en constante búsqueda de seguridad. En la medida en que esa actividad del yo deja de ser el centro y motor principal de la vida, todo ese sufrimiento se desvanece. Entonces, no es que el reconocimiento de la verdad espiritual ayude, sino que supone el fin de aquél que creía necesitar ayuda.
 
 

¿Así, no hay nada que comprender, tampoco? ¿O sí?

 
Nada, realmente. Más que comprender, es cuestión de reconocer. Uno puede comprender perfectamente una buena explicación sobre cómo sabe un limón, pero solo va a conocer el sabor del limón cuando lo pruebe. Y para eso la explicación puede ayudar, pero no es necesaria. Reconocer tu verdadera naturaleza, lo que realmente eres, no es una compresión de la mente. Esto no quiere decir que con el proceso de exploración del propio Ser no se vayan dando comprensiones mentales que puedan ser útiles, pero no es algo esencial ni que sea necesario hacer, simplemente sucede como sucede.
 
 

¿De qué manera ese reconocimiento afecta a nuestra forma de vivir?

 
El sufrimiento, el conflicto y la constante búsqueda de una experiencia mejor son el reflejo de vivir desde la identificación con el yo personal. En la medida en que reconoces que no eres el conjunto de creencias, pensamientos y sensaciones que creías ser, tu identidad retorna a su verdadera posición y la vida se da cada vez más desde otro “sitio”. Un sitio en el que no hay carencia, ni conflicto, ni experiencia de limitación. En cierto modo, nada cambia y a la vez todo es completamente distinto: la vida deja de ser un constante ejercicio de resistencia a lo que es y de búsqueda de lo que será.
 
 

Algunos estudios aseguran que las personas con tendencias espirituales suelen disfrutar de una vida más sana, física y mentalmente. ¿Cómo ocurre esto?

 
El ego es una actividad de constante conflicto con lo que es, y mantener ese conflicto tiene un precio a todos los niveles. Si de una forma u otra esta actividad se relaja, la experiencia de constante conflicto con la vida disminuye y el desgaste asociado a él también.
Además, otro nombre para lo que eres es Amor. Este amor hacia todo lo que es, incluidos el cuerpo y la mente, se ve aparentemente velado por la actividad de separación y búsqueda, que es la que da lugar a las conductas que habitualmente consideramos autodestructivas como los excesos y las adicciones. El reconocimiento más o menos progresivo de lo que eres devuelve este amor a un primer plano, de modo que es fácil que las conductas que expresaban separación y conflicto sean sustituidas por otras más armónicas. 
 
 

Las experiencias que solemos denominar “espirituales” a veces no tienen mucho que ver, o nada, con las religiones. 

 
“Espiritualidad” es solamente un término que usamos para hablar del anhelo de descubrir la verdad del propio Ser. Todo buscador espiritual, lo sepa o no, se está buscando a sí mismo. Este anhelo no surge ni pertenece a ninguna religión. Son las religiones de hecho las que surgieron de este anhelo. Además, las religiones actuales son sistemas de creencias completamente desconectadas del mensaje simple, claro y directo que las originó. Por eso se han convertido más en un obstáculo que en una ayuda en la consecución de ese anhelo. 
 
 

Por otra parte, en el arte y la creatividad a veces se habla de “experiencias espirituales”.

 
El acto creativo surge del único principio creativo que existe: el Ser. Nunca es la persona la que crea, la persona es parte de lo creado. Este momento y todo lo que incluye es un acto creativo del Ser. Por eso la actividad creativa (y su resultado) puede acercar a la persona a la experiencia del propio ser. De hecho, como nos diría cualquier artista, en los momentos de mayor inspiración y creatividad es cuando menos uno se experimenta como persona separada y más como puro movimiento creativo ilimitado expresándose a sí mismo.
 
 

Cuando nos referimos a las experiencias espirituales, ¿hablamos siempre de trascendencia, de transcender lo mundano? ¿Cómo se manifiestan en nuestra vida cotidiana? 

 
La identificación con el yo, con la persona que creemos ser, es una experiencia de contracción y limitación. Una experiencia espiritual no es más que una cierta relajación momentánea de esa contracción. Y esto es naturalmente vivido como un movimiento de liberación, es decir, de trascendencia de la habitual sensación de localización y limitación. 
 
 

Un gran paso, esta liberación, ¿no?

 
Es posible, pero la experiencia en sí misma no tiene mucho valor y puede convertirse fácilmente en el nuevo objeto de búsqueda del yo. Antes, el yo quería fama y dinero, y ahora quiere más experiencias trascendentes, de modo que nada ha cambiado en realidad. 
 
 

Cosas del ego.

 
El ego no es más que mecanicidad de resistencia y escape, por eso es fácil asimilar la idea de trascendencia y continuar con la misma actividad de evitación, pero ahora con una excusa espiritual. 
 
 

Entiendo que la transcendencia espiritual a la que nos referimos es otra cosa.

 
La trascendencia real no tiene que ver con evitar o resistir, sino con la exploración de la verdadera identidad. Es, por ejemplo, reconocer que no eres esta tristeza que creías ser, que tampoco eres la resistencia contra ella, ni el juicio por sentirte así… Es reconocer que eres lo que es consciente de todo eso. Este proceso es un movimiento de trascendencia, de ir más allá de la falsa identidad aprendida. Pero no es el movimiento completo. 
 
 

¿Qué me dices sobre la entrega?

 
La entrega es la otra parte del movimiento. Tiene que ver con retornar a la experiencia de la vida cotidiana, a la misma tristeza que fue trascendida, a los enfados, alegrías, frustraciones y todo lo demás. Pero ahora desde la claridad de lo que eres. Es la entrega lo que permite descubrir que sí eres esa tristeza después de todo, y también la resistencia, y el juicio, y todo lo que existe. Es entonces cuando el conflicto y la dualidad de lo que soy y lo que no soy realmente colapsan y desaparecen en la no-dualidad de todo lo que eres. 
 
 

Todo lo contrario, entonces, a la evitación de experiencias o emociones. Y sin embargo, hay quien considera la espiritualidad como un escapismo, y el laicismo como una visión pragmática y realista, con los pies en la tierra. Pero, ¿dirías que el laicismo también tiene sus dioses y sus cultos? 

 
La espiritualidad es escapismo cuando es un intento de evasión de la realidad del momento, en busca de algo “mejor” que supuestamente se encuentra más adelante. Pero, como hemos dicho, eso no es espiritualidad real, es simplemente el movimiento de un ego vestido con ropas espirituales. Trabajar para conseguir cierta cantidad de dinero que me proporcione paz y felicidad es confusión y escapismo. Meditar para conseguir una experiencia espiritual que me proporcione paz y felicidad es confusión y escapismo. No importa si el “objeto” buscado es dinero, sexo, éxito, popularidad, poder, conocimiento, iluminación… Toda búsqueda de felicidad fuera de ti y de este momento crea inevitablemente dioses y cultos, independientemente de que éstos tengan un aspecto más o menos espiritual. Curiosamente, no hay nada más pragmático y realista que detener todo intento de búsqueda o mejora y explorar directamente este momento exactamente como es. En esto consiste verdaderamente la espiritualidad.

 

El mundo que conocemos es un mundo dual, de contrastes y antagonismos (el bien y el mal, la belleza y la fealdad, la salud y la enfermedad, el amor y el miedo, el sufrimiento y la paz, etc.) ¿En qué consiste la no-dualidad?

 
Se suele confundir la no-dualidad con la ausencia de estos opuestos o contrastes, pero no se trata de eso. La confusión fundamental que da lugar a la experiencia de dualidad se podría expresar así: “Soy un ser separado en un cuerpo-mente limitado y finito, a través del cual experimento otros seres, objetos y fenómenos también separados.” La enseñanza no-dual es simplemente una invitación a explorar sin ideas preconcebidas la veracidad de esta premisa.
 
 

¿Cómo?

 
Si tomamos el miedo, por ejemplo: ¿Qué es lo que te muestra tu experiencia? ¿Hay primero un fenómeno llamado “miedo” que tiene una existencia propia y que tu percibes, o tú existes primero y a veces el miedo aparece y desaparece en ti? La observación nos muestra lo evidente: nadie ha encontrado nunca un miedo que exista independientemente del observador. La razón es que el miedo aparece en ti, es percibido por ti y está hecho de ti. No hay distancia entre el miedo y tú porque el miedo no es un objeto separado de ti, ni tú eres un objeto separado del miedo. Es decir, observador y observado son lo mismo. La enseñanza no-dual pone de relevancia que esto es así en la totalidad de tu experiencia, revelando la verdad de tu naturaleza: eres conciencia infinita, el todo, experimentándose a sí misma a través de innumerables formas aparentemente opuestas. 
 
 

¿Es posible vivir esta vida en la no-dualidad? 

 
Lo que es imposible es vivir en la dualidad, igual que es imposible vivir en un planeta Tierra con forma de cubo. No es una cuestión de creencias o de vivir de alguna forma en particular. Por mucho que crea que vivo en una Tierra cúbica, sigo viviendo en un planeta redondo. Del mismo modo, por mucho que crea que soy un ser separado y me experimente como un cuerpo-mente individual en relación con otros individuos y objetos separados, sigo siendo conciencia infinita experimentándome a mí misma. La cuestión entonces no es cómo vivir o qué hacer, es solamente si me reconozco por lo que soy o no. Este reconocimiento es el que inevitablemente va a hacer que mi experiencia vital cambie, no porque de repente empiece a vivir en la no-dualidad, sino porque dejo de vivir la experiencia de aparente dualidad que la ignorancia de mi propio ser genera.
 
 

¿De qué manera ayuda, o distrae, la búsqueda del crecimiento personal para la experiencia de plenitud?

 
El crecimiento personal es otra más de las actividades del ego en su búsqueda imposible de plenitud y satisfacción. Al principio la persona suele buscar satisfacción en objetos que percibe como externos: dinero, relaciones, trabajos, actividades, logros, reconocimiento, etc. Cuando todo esto demuestra ser inútil e insatisfactorio, el yo se gira sobre sí mismo y empieza a intentar desarrollarse, con la esperanza de encontrar la plenitud que busca mediante la mejora de sí mismo y de sus procesos mentales-emocionales. Este supuesto desarrollo de lo personal toma muy variadas formas: sanaciones, descodificaciones, constelaciones, meditaciones, alineaciones, visualizaciones, terapias y un larga lista de actividades de apariencia más o menos espiritual. Todo ello son intentos vanos del yo para trascender su propia condición.
 
 

Pero mejorar ese yo separado puede tener trampa.

 
Es que es una trampa. No es posible mejorar el yo separado y el intento de hacerlo solo lleva a la frustración. El crecimiento personal es una actividad que no puede proporcionar lo que promete y que solamente perpetúa la identificación con el ego (y por lo tanto el sufrimiento). Pero, al mismo tiempo, solo hay en realidad una única búsqueda. Toda persona está buscando lo mismo, tanto si lo hace en el entorno del desarrollo personal como si no. Y lo que busca es despertar del sueño de ser una persona. Sé por experiencia propia que con frecuencia el yo tiene que buscar durante mucho tiempo en métodos y procesos, para alcanzar un punto en el que puede empezar a poner en duda la búsqueda y, sobre todo, su propia existencia. En este sentido, todo lo que hacemos es, al final, necesario y cumple su propósito. 
 
 

¿Qué significa que la plenitud (el paraíso o el nirvana) reside en el momento presente, aquí y ahora? 

 
La plenitud no es un sitio o un estado especial al que llegar, es un atributo de lo que eres. ¿Cómo lo que eres ahora puede estar en otro sitio o en otro momento? ¿Acaso no estás aquí, ahora, leyendo esto? Buscar lo que eres fuera de este momento no tiene sentido, puesto que siempre has estado aquí y siempre has sido lo que eres. 
 
 

Si es así, ¿por qué no lo experimentamos en todo momento, aquí y ahora?
 

Imagina que te vas a dormir y tienes una pesadilla… Eres un niño perdido en un bosque, perseguido por alguien que quiere hacerte daño. En el sueño corres buscando un sitio en el que puedas sentirte seguro, y sientes miedo, inquietud… ¿Por qué en lugar de eso no experimentas lo que realmente está pasando, es decir, que estás a salvo durmiendo en tu cama? Tú no eres el niño ni estás dentro del sueño. De hecho, es todo el sueño el que está dentro de ti, dentro de tu mente. Tú eres el soñador, pero lo has “olvidado”. Crees ser un fragmento del sueño que tú mismo estás creando, en este caso, un niño. Por eso sientes miedo como si fueras el niño aunque en realidad tú nunca estés en peligro ni pueda sucederte nada.
 
 

Nos identificamos con el personaje del sueño, que no nos parece un sueño.

 
Somos conciencia infinita que, perdida en su propio sueño, ha “olvidado” su verdadera naturaleza. Conciencia soñando que es una persona que, como el niño, corre de un lado a otro buscando la plenitud. Pero no puede encontrarla, porque la plenitud no se halla en ningún fragmento del sueño. La plenitud es un atributo del soñador, y para retornar a ella solamente tiene que despertar.
 
 

¿Y cómo se da ese despertar? ¿Es posible acceder a la paz interior plena y estabilizarla? 

 
La idea de una paz interior que no tengo ahora pero a la que quizás podré acceder corresponde a la perspectiva del yo, de la persona dentro del sueño. El soñador siempre está en paz, pero la persona en el sueño nunca lo está, puesto que por definición cree ser un fragmento separado, una contracción, siempre buscando volver a sentirse parte del todo. Aunque el impulso espiritual parece empezar como algo personal, es en realidad el impulso del Ser de poner fin al sueño. 
 
 

¿Qué cambia entonces en nuestra vida, desde esta vivencia?

 
Desde la perspectiva personal, este impulso nos lleva a imaginar una paz interior que creemos poder encontrar como si fuera un objeto, una recompensa al final de nuestro imaginado proceso de crecimiento y evolución. La realidad, sin embargo, es que el camino espiritual es un camino de destrucción que no contiene recompensas para el yo. Es la destrucción de la ilusión de que eres un ser separado dentro de un cuerpo-mente individual buscando algo que no tienes. La revelación es que la paz que creías perdida siempre ha estado aquí, siempre estable. Es el silencio que sostiene cada una de tus emociones, que abraza y permite toda experiencia. Es la continuidad en tu sensación de ser. Es aquello en ti que nunca ha cambiado, que no tiene edad… ¿Acaso esto que eres no está ya aquí y ahora?

 

 

El autor: 


Alfred Font transmite una enseñanza espiritual directa basada en su dilatada  trayectoria personal, y no limitada por ninguna tradición o ideología en particular. Sus charlas, seminarios, retiros son una invitación a detener la búsqueda y a explorar sin concesiones la Verdad esencial de la existencia. 

Contacto:
 



Despertar salvaje.
Dzogchen Ponlop.
Ed. Kairós.
La visión y las prácticas de la sabiduría Dzogchen y Mahamudra, con un enfoque pragmático y un estilo informal.

Abrazar lo inabrazable.
Pema Chödrön.
Kairós.
Compartiendo historias de su vida personal, prácticas cotidianas y consejos, Pema nos muestra el camino para convertirnos en seres compasivos, incluso en las circunstancias más difíciles.

Monjas.
Laya de Ahumada.
Fragmenta Editorial.
Un libro de conversaciones íntimo y atrevido, que rompe con la imagen estereotipada que se tiene de las monjas para acercarnos a la riqueza y diversidad que viven cada una de ellas.















 
Marié Morales
@crecejoven

En estas páginas nos proponemos investigar las causas del envejecimiento, que es como decir de la vida y el crecimiento, y a partir de ahí, establecer unas pautas que nos permitan vivir una vida más larga, sana, y en definitiva, feliz.  más >>








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