Aprender con caballos.
Los caballos de Talia Soldevila (Equilibri) hacen “coaching” con uno de los personajes de Jo Mai, la última obra de teatro del actor, director y guionista Iván Morales.
Era muy tarde. Estábamos muy cansados, ya despidiéndonos. Esa noche Marcel Borras había cumplido veinticuatro años y nos habíamos reunido unos cuantos para celebrarlo. En la cocina, mientras picaba algo antes de irse a dormir, no pudimos evitar, antes de que yo marchara, hablar de trabajo, el más arraigado de nuestros vicios.
Marcel interpreta a Frank, uno de los personajes de “JO MAI”, la obra que estábamos a punto de llevar al Teatre Lliure después de una mini-gira por Catalunya y de estrenarla en el Festival Grec. Aunque llevábamos más de año y medio con el proceso de ensayos, nuestro hambre creativo, nuestras ganas de seguir explorando y abriendo capas no estaban, ni mucho menos, saciadas.
“Frank es un caballo” me descubrí diciéndole. “Es noble, es fuerte, es sensible, es majestuoso. Pero es más frágil de lo que parece. Cómo un caballo.”
“Tenemos que trabajar con caballos.”
Y así nos despedimos. Fue eso lo que, de una manera intuitiva, nos llevó a Equilibri – Escuela Internacional de Coaching con Caballos.
Yo había investigado hacía tiempo en la doma natural y había quedado sorprendido de la personalidad de estos animales. Grandes y resistentes, ágiles, pero no depredadores. Al ser herbívoros, su carne es un manjar para las bestias que sí comen carne, son una presa visible y no tienen una naturaleza de ataque; más bien al contrario, su estrategia para solucionar conflictos es la de la huida. Todo eso les convierte en unos seres muy receptivos a los que no se les puede engañar. Por eso se usan en terapia para tratar autismos, o incluso en el coaching de empresas.
Unas semanas más tarde estábamos llegando en coche a Gualba (Barcelona), a visitar a Talia Soldevila, quien se había prestado a colaborar con nosotros porque también tenía la intuición de que se podía usar su conocimiento para el trabajo con actores, oficio que ella conocía de primera mano al ser su tía Carlota una de las fundadoras, y aquí es donde el círculo parece cerrarse, del Teatre Lliure.
Con Talia nos esperaba Sergio Vidal Jódar, docente en Equilibri – Coaching con Caballos y en Doma AtHípica.
La primera impresión fue la de estar ante cowboys y cowgirls de antaño, con su mirada impasible, su tabaco de liar y su atuendo vaquero. Para un urbanita como el que esto escribe, cuyo primer contacto con el universo equino vino más con los tebeos de Lucky Luke que con verdaderos caballos, una primera impresión coincidía con el prototipo clásico del western. Pero, y aquí viene el giro, los animales no estaban en cuadras, ni siquiera en un pequeño territorio acotado, tenían espacio de sobras al aire libre y el trato que recibían por parte de Sergio y de Talia era de respeto total. Eran caballos de diversas procedencias, pero todos, cómo los personajes de “JO MAI”, venían de un lugar en el que no habían sido tratados cómo merecían. Por lo visto, en Gualba habían encontrado su propio “Bar Amparo”.
Talia y Sergio nos explicaron que ya habían venido a visitarles anteriormente otras compañías de teatro, pero no para entrar en el proceso de dirección de actores con los animales sino para trabajar en dinámicas de grupo. Tanto para ellos como para Marcel y un servidor entrar en el trabajo teatral con la ayuda de los caballos era un territorio totalmente nuevo del cual ni siquiera teníamos constancia de nadie que lo hubiera puesto en práctica con anterioridad.
Primero tuvimos una toma de contacto con los animales, en la que quedó patente nuestra torpeza principiante. Hacía mucho que no estaba con caballos, no me costó caer en los típicos errores: no respetar su espacio, incapacidad de comunicarme no verbalmente con fluidez... Poco a poco nos fuimos viendo obligados a entrar en su ritmo, en lo que Sergio llama “el tiempo caballo”.
Una vez entras en ese “tiempo caballo” puedes empezar a ver un poco mejor las cosas.
Es sorprendente lo sociables que son estos seres; tienen relaciones de amistad muy estrechas entre ellos, y no es difícil darse cuenta. Pero, a la vez, no les gusta nada que invadas su espacio. El ritmo para acercarte a un caballo no es el ritmo frenético con el que estamos acostumbrados a vivir. Y esto, que así escrito parece una verdad de Pero Grullo, a la hora de ponerlo en práctica y de acercarte al animal desde el respeto se hace muy difícil, porque es inevitable que algo te delate. Y con esto venimos a la clave de este asunto:
Es imposible engañar a un caballo.
Y con ese descubrimiento nos embarcamos en la segunda parte del trabajo:
Marcel se fue a un rincón y empezó a concentrarse y a calentar. La idea era trabajar con los caballos desde el personaje, con el compromiso que estos seres nos obligaban a tener.
Cuando volvió, Marcel ya no era Marcel, era Frank. Los caballos se dieron cuenta y empezaron a ponerse nerviosos. La violencia interior de Frank, su rabia contenida, les inquietó en un principio. En un impulso, Sergio corrió hacia ellos por miedo a que se descontrolaran.
Poco a poco, los caballos empezaron a serenarse y Frank con ellos. Uno de los caballos, marrón, fuerte, se le acercó por la espalda. Había elegido jugar con él.
“¿Qué puede simbolizar este caballo para ti?” –le preguntó Talia.
Frank se lo quedó mirando, en silencio.
“Es mi madre”.
Lo primero es que Marcel es un puto jugón, eso está claro, y que, como actor valiente que es, sabe que una decisión con coraje da mucho más de sí que una a medias tintas. Lo segundo es que estamos como una regadera, sí, de eso no hay ninguna duda, y nos encanta llevar nuestro trabajo al límite. Pero lo tercero es que todo esto no se sostiene sin una férrea convicción, y mucho menos en una situación tan limítrofe como es estar en medio de la montaña, muertos de frío, interpretando los personajes de nuestra obra de teatro con animales que se mueven a cuatro patas.
“Es mi madre”.
Y Frank se quedó en silencio, mirando al caballo, durante varios segundos. Y todos nos emocionamos.
El ejercicio que Talia y Sergio le propusieron a Frank fue acompañar a Amparo, su madre, por un circuito de conos y cuerdas que ellos les habían creado.
Fank llevaba a Amparo con una cuerda, ligada, y suavemente la dirigía. El vínculo que se creó entre ellos, en apenas unos segundos, de golpe, se hizo denso. Es cierto que es todo “make-believe”, que Marcel-actor estaba creando una relación con el caballo-Amparo coherente con meses y más meses de trabajo metiéndose en la piel de Frank-personaje. Pero la receptividad del animal, la capacidad de asumir los roles creados y desenvolverse con naturalidad a partir de ellos, no dejaron de sorprendernos.
En un momento dado, el camino se bifurcaba, Frank debía escoger, de la misma manera que hace en la obra, a dónde dirigía sus pasos.
Y, de la misma manera que sucede en la obra, Amparo se detuvo. Esa decisión debía tomarla Frank solo. Amparo no iba a estar allí para ayudarle.
Frank insistió una y otra vez, tiraba de la cuerda, le pedía a Amparo que le acompañara. Ni de coña.
Finalmente, Frank tuvo que soltar la cuerda. Y marchar solo.
Amparo no dejó de mirarle hasta que abandonó el circuito. Y entonces pegó un gran suspiro.
Ese suspiro cerró el ejercicio. Quebró la ficción y todos, Talia, Sergio y yo, pudimos respirar tranquilos. Estábamos cautivados con la escena que se había creado y, como corresponde a una buena ficción, durante un momento habíamos llegado a creernos que era verdad. Atención, habíamos llegado a creernos que era verdad una escena en la que un caballo era la madre de mi colega Marcel. Cómo bien saben los timadores, cuanto más peregrina la mentira más fácil es creérsela. Pero, por otro lado, como bien sabemos los teatreros, qué terapéutica es la mentira, y cómo nos acerca a la verdad.
Marcel, nervioso, no podía dejar de reír. Estaba alucinado:
“¡Joder con el caballo! ¡Parecía que se hubiera leído la puta obra!”
Texto: Iván Morales.
Iván Morales es actor, director y guionista de cine y teatro, fundador de la Compañía Prisamata.
Guionista y director de la obra de teatro Jo Mai, actualmente en cartel en el Teatre Lliure de Gràcia.
http://ivanmoralesactor.blogspot.com.es/
http://www.jo-mai.com/
Los caballos enseñan.
Hay mucha información y desinformación sobre coaching con caballos. Para empezar, el coaching no es una terapia, pero una experiencia entre especies indudablemente tiene efectos terapéuticos. Los medios han dado más relevancia al coaching empresarial que al coaching personal; son dos mundos aparte cuyo enfoque, objetivos y resultados son muy diferentes. En el primero, los asistentes no van voluntarios; son llevados porque alguien en la empresa lo decide y se trabaja para mejorar el rendimiento del equipo, no para obtener cambios de cada uno como individuos y, por lo general, las sesiones suelen ser solo de una jornada. En el segundo, la persona viene porque busca respuestas, cambios, soluciones y/o mejoras que no acaba de encontrar. Está porque quiere estar y confía que los Caballos le podrán ayudar en el proceso, que dura varias sesiones. Un proceso de coaching es un aprendizaje personal para vivir nuestra vida como realmente deseamos y soñamos: es ir desde una realidad actual a una realidad deseada.
El caballo es caballo - siempre; no sabe si está en una sesión con una empresa o de coaching personal. No está entrenado para este trabajo y todos pueden hacerlo; sólo hay una condición: que sean estables psíquicamente, es decir, sin intervención humana que les haya desequilibrado. Tampoco se monta al caballo, por lo que su condición física no necesita ser especial, es más, caballos con lesiones permanentes o incluso de avanzada edad pueden trabajar en un equipo de coaching. Esto ofrece una enorme posibilidad de vivir una vida digna a muchos caballos que en otras circunstancias serían desahuciados. Jamás utilizo términos para describir el trabajo de los caballos como “utilizar” o “herramienta”. Los caballos forman parte del equipo de trabajo y no son ni más ni menos que el equipo humano.
La pregunta que siempre surge es: ¿por qué el caballo y no otros animales, como perros o gatos? El caballo es una presa y es herbívoro, lo cual significa que su carne es muy apetecible para un depredador. Se domesticó por el hombre en el 4000 AC aproximadamente, pero debido a su naturaleza como presa, el caballo siempre ha sido un animal asustadizo e inquieto que mantiene su naturaleza salvaje. Necesita vivir en manada porque vivir en grupo le confiere seguridad; un animal solitario es presa fácil. Se comunica sobre todo con el lenguaje corporal y sus sentidos como el oído, vista y olfato están muy desarrollados. Percibe los cambios energéticos de su entorno incluso a grandes distancias. Estos atributos han sido los responsables de su evolución en los últimos 50 millones de años.
Sabemos que todo es energía. Todas nuestras emociones se traducen instantáneamente en sensaciones que se emiten y viajan. Un caballo capta y percibe la energía de su entorno, en el cual el humano también está, y reacciona. En una sesión de coaching reacciona e interacciona como una respuesta a la manera de ser, actuar y a las emociones de la persona. El caballo no miente, ni juzga ni analiza, sólo responde de una manera muy clara. La mentira es un don humano. Es un experto en leer nuestro lenguaje corporal por imperceptible que sea. Su vida se basa en estar bien, repetir aquellas situaciones que le son agradables y huir de las que le son desagradables. Así que, imagínate un caballo junto a una persona que actúa de manera incongruente emocionalmente como son la falta de sinceridad, ocultar emociones, mentir, ira, miedo, etc. La energía negativa que desprendemos en situaciones de incongruencia emocional es alta y perturba al caballo haciéndole sentir inseguro. Sus reacciones pueden ser diversas: desde no querer estar con la persona hasta salir huyendo y, en ocasiones, ser agresivo si se encuentra en una situación de la que no puede escapar. Jamás atacará si tiene opciones de huida, pero si se encuentra acorralado, utilizará su fuerza para protegerse. De la misma manera, imagínate a ese caballo ante un gran cambio en la persona; su reacción será instantánea: se acercará, tendrá curiosidad, quizás hasta quiera contacto físico. Por eso es indispensable que la persona que busca realizar un proceso de coaching con caballos se asesore bien sobre la formación y los conocimientos del profesional y, sobre todo, cuánta experiencia real tiene con caballos. Hay demasiada oferta hoy en día ofrecida por personas que no han tenido una formación seria e incluso que no han recibido formación alguna. Esto es escalofriante! Tener altos conocimientos sobre los caballos es un factor indispensable para realizar este trabajo.
Mi trabajo se basa en la interacción entre el cliente y el caballo. El coach hace preguntas que harán reflexionar al cliente sobre la interacción y reacción que ha tenido el caballo y el cliente verá que según cambia la forma de hacer las cosas, cambia la reacción del caballo, pero también juega un papel importante la propia intuición del coach. Hay situaciones en las que no hay hechos muy concretos o reacciones muy evidentes, sin embargo, la intuición me lleva a hacer una pregunta poderosa que desencadena las respuestas más valiosas para el cliente. Un individuo que obtiene la colaboración de uno o varios caballos no olvidará fácilmente qué hizo para lograrlo. Lo que se aprende en una sesión queda grabado en nuestro sistema límbico y este aprendizaje se traslada a la propia vida cotidiana donde se puede aplicar lo aprendido y ver los resultados positivos a muy corto plazo. Trabajar con un animal que en cada instante demuestra como estás, qué cambios has tenido, y que además lo hace como simple respuesta, es un verdadero portal al redescubrimiento de nuestra autenticidad y un regalo que nos brindan los caballos, con su gran generosidad, de volver a ser más animales y menos humanos.
Se habla mucho de que el caballo es como nuestro espejo. Va mucho más allá que esto. El caballo no solamente refleja nuestros estados de ánimo sino que también nos demuestra nuestro lado oscuro, aquél que intentamos ocultar siempre porque nuestra condición socio-cultural nos ha obligado a ello. La vulnerabilidad se convierte en algo positivo y motivo de aprendizaje en coaching con caballos. No en vano escogí esta frase para describir lo que hago: LOS CABALLOS ENSEÑAN.
Texto: Talia Soldevila.
Talia Soldevila Nightingale es Directora-Fundadora de la Escuela de Coaching y Aprendizaje con Caballos Equilibri y Directora-Fundadora en Equilibri - Coaching Asistido Con Caballos. Estudió Coaching Personal en TISOC The International School Of Coaching
http://www.equilibri.info/
Coaching con Caballos.
Ayer realizamos un trabajo impresionante junto al director/ guionista / actor Iván Morales y el actor/director Marcel Borrás. Ambos están a punto de estrenar la obra JO MAI" en el Teatre Lliure de Gràcia, un teatro que llevo en las venas desde que era pequeña ya que lo co-fundó mi tía Carlota Soldevila.
El reto era comprobar algo que hacía tiempo estaba segura que funcionaría: hacer coaching a un actor dentro de su personaje. Si un actor actúa desde el corazón, ese personaje que encarna se convierte en algo real. Y el resultado ha sido espectacular!!!!
Fue una mañana intensa, emocionante, enriquecedora y fascinante ya que el personaje no era uno fácil. Los caballos respondieron de manera increíble.
Se abre una nueva y apasionante posibilidad en el mundo del Coaching con Caballos.
https://www.facebook.com/talia.soldevila
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