Juan Manzanera:
La compasión es un estado mental que nos conduce a vivir con plenitud.
Sabemos que hay una corriente en la historia de la humanidad que valora cultivar el amor, la compasión, la bondad y estados mentales positivos. Esta tradición está más allá de religiones y culturas, es tan firme y tan antigua que puede que sea la explicación de por qué la humanidad sobrevive. Y también nos puede conducir a un mundo mejor. Y a un ser humano mejor.
Cuando estudiamos la historia de la humanidad en los libros de texto nos encontramos con una serie de fechas de guerras, invasiones y conquistas. Y cuando miramos las noticias de la actualidad, más de lo mismo: invasiones, saqueos, genocidios, bombardeos masivos, ataques, violaciones y asesinatos de una población civil que ni siquiera toma parte en la guerra. La historia que estudiamos generalmente no nos cuenta cómo ha sobrevivido la humanidad sino lo asombroso que es que haya sobrevivido a pesar de todos estos capítulos encadenados de violencia.
En cierta ocasión le preguntaron a la antropóloga Margaret Mead sobre cuál fue el primer signo de civilización de la humanidad, a lo que ella respondió “el hallazgo de un fémur fracturado y sanado”, lo que nos indica la existencia del cuidado de las personas más débiles y vulnerables.
No han sido las guerras ni los grandes relatos de los libros de historia lo que ha permitido la supervivencia y la evolución humana, sino los cuidados cotidianos, que no se celebran tanto. O nada. Tan invisibilizados.
Siguiendo esta misma línea, el psicoterapeuta y maestro de meditación Juan Manzanera considera que el ser humano (y también el planeta que habitamos y del que formamos parte) sólo podrá sobrevivir y evolucionar hacia un estado de plenitud si dedica su energía y su atención al cultivo de la compasión, la empatía, la solidaridad y el amor.
Su último libro, “Elegir la compasión 21 días”, nos anima a desarrollar una serie de cualidades (que forman parte de nuestra esencia humana) que nos hagan crecer en la dirección de la sabiduría y el amor que nos iguala. Crecer en bondad. Dejar que el ser humano individualista que hoy somos se transforme en un ser inteligente capaz de cuidar de sí mismo, del planeta, de venerar la vida en definitiva.
¿A qué nos referimos exactamente cuando hablamos de la compasión?
Compasión tiene que ver con el sufrimiento que experimentamos y señala el deseo de hacer algo para que termine. Tenemos compasión cuando actuamos para aliviar cualquier sufrimiento que veamos.
¿Por qué elegir la compasión?
Podemos experimentar diferentes estados mentales. Ciertos estados nos llevan a experimentar felicidad, mientras que otros nos conducen a vivencias de frustración, insatisfacción e infelicidad. La compasión es un de los estados mentales que nos conducen a vivir con plenitud. Si ante una situación comparamos lo que sucede al responder con compasión y al responder con ira, por ejemplo, vemos que la respuesta de compasión es mas beneficiosa y enriquecedora a corto y largo plazo.
Si la experiencia de compasión y amor nos lleva a sentirnos tan libres y felices, tan en plenitud, con apreciación de lo que tenemos y contentamiento, ¿qué hace que la soltemos para volver al egocentrismo que tanto nos hace sufrir?
Volvemos al egocentrismo por inercia y porque no tenemos suficiente lucidez. Tener compasión viene de tener suficiente claridad mental. Es una cuestión de evolución personal, cuando somos inmaduros no entendemos la compasión. Por otro lado la tendencia al egocentrismo está muy arraigada en nosotros. No es fácil crecer.
Dices que “el problema somos nosotros mismos”. Pero generalmente nos parece que la culpa la tienen las demás personas: la madre que nos trató tan mal, la pareja, la sociedad, la política...
La vida es complicada y muchas personas que nos rodean están poco despiertas, sin embargo, cuando evolucionamos y desarrollamos compasión y sabiduría, tenemos mas capacidad de gestionar las contrariedades. Cuando digo que el problema somos nosotros mismos me estoy refiriendo a que el verdadero problema es no haber evolucionado. Es ilusorio esperar que la vida y los demás nos traten mejor. Sólo creciendo en cualidades podemos hacer la vida valiosa.
De la misma manera que se desarrollan los músculos que ejercitamos (y los que no, tienden a atrofiarse), tú nos propones ejercitar una serie de cualidades personales para la estabilización de la compasión. ¿Qué cualidades son éstas y de qué forma nos ayudan?
Hay muchas cualidades posibles, en el libro me centro solo en algunas que son esenciales. Hablo de ecuanimidad, gratitud, regocijo, perdón, amor y compasión. Si queremos vivir una vida plena y satisfactoria es preciso aplicar las cualidades. Es una condición imprescindible. Igual que cuando hacemos un viaje tenemos que llevar provisiones.
Hablemos de la ecuanimidad. Qué nos aporta?
La ecuanimidad es tratar a todos por igual. Nos ayuda a ser menos reactivos a cómo nos tratan los demás.
Dices que la gratitud es un gesto de madurez. Por otro lado, las exigencias y el resentimiento son síntomas de infantilismo. ¿En qué sentido?
Es importante reconocer que sin los demás no somos nada ni podemos conseguir nada. Si somos conscientes de esto sentimos agradecimiento, lo cual puede apaciguar la insatisfación y el egocentrismo que nos lleva a resentimientos y exigencias.
¿Cómo transforma la gratitud el mundo en el que vivimos y el yo que construimos?
Al sentir gratitud queremos corresponder y también deseamos aportar algo al mundo.
Sobre la importancia de la alegría. ¿Cómo desarrollar una alegría no egocéntrica para pasar a alegrarnos por las alegrías ajenas, por la vida tal como es?
Regocijarse de la felicidad de los demás nos lleva a lograr más felicidad para nosotros mismos. La envidia es lo opuesto, es una emoción que nos paraliza y nos impide lograr lo que deseamos.
¿De qué manera el regocijo nos ayuda a transcender el pequeño yo separado (la ola) y acercarnos al Ser que somos (el océano)?
El regocijo sirve para tener más capacidad de despertar. Para lograr sabiduría necesitamos tener suficiente impulso para vencer nuestras tendencias egocéntricas. Las cualidades como el regocijo tienen esa función.
Qué le aporta el perdón sincero a nuestra vida? ¿De qué manera nos ayuda a comprender y amar, cuando ya no hay nada que perdonar?
Si no somos capaces de perdonar nos estancamos. La vida es crecer y despertar, y cualquier cosa que lo impida nos lleva a experiencias de insatisfacción y malestar. A veces nos hacen mucho daño y hacer el proceso de perdonar nos obliga a desarrollar una mirada más amorosa y compasiva.
¿Por qué no podemos perdonar, aun a sabiendas de que el resentimiento nos envenena la vida?
No es fácil darse cuenta de que el resentimiento nos contamina, con lo cual a menudo no queremos perdonar. Tenemos la idea distorsionada de que si mantenemos el rencor conseguiremos hacerle pagar al otro el daño que nos hizo. No perdonamos porque en el fondo no queremos.
¿Por qué resulta especialmente difícil perdonarse a una misma, especialmente cuando sientes que has hecho daño a las personas queridas?
Creo que no nos perdonamos porque no entendemos como funciona nuestra mente. Estamos muy condicionados por la idea de premio y castigo, y la aplicamos a nosotros mismos. Si entendiéramos mejor la vida dejaríamos de caer en rencores absurdos.
¿Encierra algún beneficio la culpa, para el ego? ¿Por qué nos aferramos a ella?
La culpa es un aprendizaje social. Nos han enseñado a sentirnos culpables. Es un modo de control que interiorizamos. Nos sirve de referencia para saber si hemos actuado según lo que es apropiado o no. El problema es que a menudo estamos equivocados sobre lo que es apropiado.
El amor desea la felicidad y la libertad de la otra persona. ¿Por qué justificamos entonces, en nombre del amor, las exigencias, el control, las expectativas, los celos y, en definitiva, la voluntad de cambiar a la otra persona (a costa de su felicidad y su libertad)?
Justificamos todo eso porque no entendemos claramente lo que es el amor. Confundimos apego y amor. El apego es un deseo de poseer a alguien y un rechazo a estar separado de esa persona. El apego es lo que nos lleva a expectativas, control, querer cambiar al otro, etc. El amor por otro lado sólo está interesado en la felicidad del otro, y no busca ningún beneficio personal.
Sabemos por experiencia que cuando sentimos amor nuestras relaciones son más fáciles y la vida más plena y feliz. ¿Por qué lo soltamos entonces para dar prioridad a los intereses egoístas (de un yo separado) que invariablemente nos conduce a la insatisfacción permanente, la frustración y el sufrimiento?
El amor está mezclado con otras emociones negativas. No sólo sentimos amor, sentimos envidia, enfado, apego, celos, etc. Por tanto, a veces nos controlan esas otras emociones y desplazan el amor. Sin trabajar la mente acabamos arrastrados a estados que nos perjudican y que impiden que experimentemos los beneficios del amor.
A menudo justificamos nuestras tendencias egoístas diciendo “soy un ser humano, esto es lo que hay” (más o menos). Sin embargo, el ser humano y la mente humana (creencias, tendencias, emociones) es diferente en diferentes culturas y también ha ido cambiando a través de los siglos y milenios. Desde este punto de vista, ¿se puede hablar de la “plasticidad” de la mente humana? ¿Crees que es posible dejar de identificarnos con el pequeño yo separado? Y si es así, esta transformación, ¿podría transmitirse como un adn para dar lugar, en generaciones venideras, a un ser humano diferente, que se identifique con un yo colectivo, un yo/cósmico?
Las personas tenemos un potencial de evolucionar y despertar. Reconocerlo es fundamental porque hacer que se despliegue es lo que da sentido a la vida. Esto significa que tenemos la capacidad de desarrollar cualidades y dejar atrás estados mentales destructivos. Además, podemos alcanzar la sabiduría que reconoce que el yo separado es una ficción. Este proceso es lo que se llama el camino espiritual. A lo largo de los tiempos siempre ha habido personas haciendo este camino y logrando resultados, nuestra labor es seguir sus pasos y hacer que ese camino siga vivo para las generaciones venideras.
El autor.
Juan Manzanera (Valencia, 1957) fue monje budista de la tradición tibetana durante 12 años, ordenado por el Dalái Lama. Escritor y conferenciante, está licenciado en Psicología Clínica, diplomado en Psicoterapia Gestalt y formado en Psicoterapia Integrativa con Claudio Naranjo, entre otras. Creó la Escuela de Meditación en Madrid y lleva más de 30 años impartiendo cursos de meditación.
El libro.
Elegir la compasión 21 días.
Juan Manzanera.
Ediciones Dharma.
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