Montserrat Domingo:

Quien no tiene miedo disfruta de la noche.

Monja anacoreta, lleva 43 años viviendo en un pequeño cuarto junto a la ermita de Sant Joan de Codolar (Montsant, Tarragona). Del servicio activo y social como Hermana de la Caridad, pasó a la vida solitaria y contemplativa (“No hay diferencia”) para llegar mejor a todos los seres.
Montserrat Domingo, 77 años de energía vital. Parece que la entrega y el amor son buenos ingredientes anti-aging.


No responde al cliché que nuestra cultura y nuestros prejuicios nos han transmitido sobre la imagen de una monja. En persona: camiseta de batalla, pantalones cómodos hasta los tobillos y zapatillas deportivas. El pelo recogido en una coleta y ojos de cielo, directos a los tuyos.

Su hogar, un cuarto de apenas unos metros cuadrados, como una versión en miniatura de un taller de cualquier artista manual. Dos mesas llenas de dibujos, esbozos, hierbas de la montaña y puntos de libros de producción propia, entre otras cosas. Y estanterías llenas de libros. Una escalera conduce a una especie de altillo donde se supone que está la cama. El entorno exterior, al pie del acantilado de las majestuosas montañas de la sierra del Montsant.

La Hija de la Caridad Montserrat Domingo (enfermera titulada, entregada al servicio de las personas más vulnerables) tenía 34 años cuando abandonó Olesa de Montserrat y su trabajo como enfermera en dos fábricas de tintes de la zona para seguir la llamada de la soledad.

- No hay soledad en la soledad, si estás conectada al amor que te une a todos los seres.
 

La pregunta es: ¿Cómo una persona que ha decidido dedicar su vida a los demás se aísla en soledad?

- Porque no soy yo, Montserrat, quien tiene que llegar a las personas, es Él. (Donde dice “Él”, Montserrat se refiere a Dios). Hay personas que le llaman Conciencia, Energía, Vida, Inteligencia o incluso Amor -matiza-. Llámale como quieras. Es “eso” lo que tiene que llegar a las personas, no mi mera presencia física como Montserrat.
 

¿Y cómo te diste cuenta de esto? ¿Qué ocurrió?

- Iba en el metro y me fijaba, como siempre, en las caras de las personas. El dolor, el sufrimiento, los retos, las alegrías que hay detrás de cada una de ellas. Y de repente sentí mucha tristeza ante la evidencia de que no podría llegar a todas y cada una de ellas, que yo era muy pequeña y limitada, muy poca cosa para ayudar o aportar algo a tantos seres, innumerables. Entonces ocurrió aquello que algunas personas llaman “visión” o “realización”. Sentí que la única forma de llegar a todos los rincones del mundo era en soledad. Parece un contrasentido pero lo viví como una certeza, y aún lo vivo así.
 

Dicho y hecho.

- Por mi parte sí. Me parecía muy claro. Pero el proceso fue lento. Lo propuse a la congregación y llevó su tiempo. Al final, se decidió que probara la experiencia y visitamos algunas ermitas aisladas por las montañas de Catalunya pero no me acababa de ver en ellas. Hasta que hablé con Mossén Ballarín y él me propuso que buscara por el Montsant, una tierra de gran tradición eremita. Fue entonces cuando visité Sant Joan de Codolar y ahí supe que éste era el lugar. Arreglamos un poquito un cuartito anexo y aquí me instalé.

 

Montserrat tenía entonces 34 años. Se instaló en un cuarto aislado (un antiguo corral) a los pies del acantilado del Montsant, sin agua corriente ni electricidad. Y aquí sigue, 43 años después, con algunas pequeñas mejoras.

- La falta de agua corriente no es un problema porque tengo acceso a una fuente al lado de casa y obtengo la electricidad de unas placas solares. Uso ropa de segunda mano, a excepción de las botas de montaña. Y el gasto de comida tampoco es mucho.
 

¿Cómo es tu alimentación?

- Al principio no le daba importancia. A veces hasta me olvidaba de comer y cuando tenía hambre me preparaba un bocadillo de cualquier cosa, de lo que tuviera. Pero un día me desperté sin energía, no podía levantarme de la cama. Tuve que ir a la médica y me dijo que tenía que alimentarme mejor. Ahora me preparo algo de arroz y legumbres, algo de verduras y frutas pero no demasiado. Y nada de carne ni pescado. He tenido que aprender a cocinar porque antes no le daba mucha importancia. Pero con el cambio de alimentación recuperé mi energía.
 

Y, por lo que veo, energía no te falta porque tienes una vida muy activa para salir adelante aquí, tú sola.

- Hay gente que me comenta lo aburrido que debe ser vivir así, aislada, pero lo cierto es que los días se hacen cortos, y eso que me levanto muy temprano, para las oraciones de la mañana. Muchos días salgo a caminar, para recoger hierbas de la montaña con las que hacer aceites. También las uso para hacer puntos de libro y otras manualidades. A veces salgo a pintar flores y plantas. Entre el tiempo para las oraciones y las actividades del día, no tienes posibilidades de aburrirte. Y luego está la gente que a veces aparece para visitarme, como tú misma, y eso siempre es prioritario. Por mucho que tenga que hacer y muy importante que parezca, siempre lo dejo a un lado porque las personas son lo primero.

 


Montserrat Domingo es un extraño caso de anacoreta que unifica la vida aislada con la presencia en las redes sociales. Una fórmula cada vez más habitual. En teoría, la encuentras en su página de Facebook, Instagram y Twitter. Fue así como intentamos ponernos en contacto con ella para solicitar una entrevista, pero pasaban los días y las semanas y no llegaba ninguna respuesta. Finalmente decidimos presentarnos en su retiro y probar suerte. En el peor caso (de no encontrarla o encontrarla ocupada) disfrutaríamos de una agradable excursión por la sierra del Montsant y el espectáculo de los gigantescos códols (grandes pedruscos caídos de la montaña) que dan nombre al lugar. Un par de semanas después de nuestra visita Montserrat encontró esos mensajes y se disculpaba por no haber respondido antes, lo cual ilustra un poco su limitada relación con las redes sociales. “Ahora lo acabo de ver, ya sabes que no me manejo demasiado bien con las redes sociales”, explicaba. No hizo falta. Cuando tocamos a la puerta de su casa, la monja dejó su mesa de trabajo y sus quehaceres para salir al porche y sentarse con nosotras en una charla improvisada de algo más de tres horas.

- A veces me preguntan si he venido aquí para sentirme más cerca de Dios -explica-. Pero yo a Dios ya lo tenía cerca en mi barrio y allá donde fuera. La presencia de Dios está en cualquier parte. Hace poco me pidieron una conferencia sobre “Paisajes refugio” en la que tuve que explicar que si “refugio” significaba evasión o huida, como ponerse a salvo de algún peligro, no creo que haya que buscar ningún refugio. Yo no me he venido a la cima del Montsant para escaparme de nada sino para estar más cerca de todo. Y por otra parte, si nos referimos a “paisajes sagrados”, no son exclusivos los paisajes naturales. Cualquier lugar puede ser un paisaje sagrado, y lo es: el mercado, la fábrica, la escuela, el edificio de enfrente que a veces tanto te molesta porque te quita “las vistas”, y hasta el tráfico. Todo lo que aparece ante ti es un paisaje sagrado. Los animales también, y por supuesto las personas.
 

¿Esta visión la has encontrado en el catolicismo? Yo nunca supe ver este enfoque no-dual en mi tradición religiosa, en mi infancia.

El cristianismo, como otras tradiciones, habla de amor, del Amor con mayúsculas. Y el amor es el que te lleva a transcender la visión dual y separada de las cosas. A mí siempre me movió el amor, desde pequeña. Mi madre me recordaba que cuando era pequeña ya decía que yo no me iba a casar porque no quería amar solo a una persona. Yo quería amar a todo el mundo. Ya lo sentía de pequeña, tal como lo siento ahora. Y es ese amor lo que me ha permitido ver que Dios está en todo. Todo es sagrado. Todo es el cuerpo de Dios. Todo lo que aparece tiene el rostro de Dios.
 

¿Eso ayuda a no tener miedo, tantos años retirada en soledad?

Quien no tiene miedo disfruta de la noche. A veces me han preguntado si no he tenido miedo a que me asalten o lo que sea en mitad de la noche. Si tuviera miedo no podría disfrutar de tanta belleza. Por ejemplo, cuando vengo de la misa del gallo en Cornudella, en mitad de la noche, más de una hora de camino arriba por la montaña hasta casa, hacer el trayecto bajo las estrellas y la luna, los aromas de las plantas y los árboles de la montaña, el sonido del aire , el fresco en la piel, es mágico. No hay que transcender nada porque todo lo “transcendente” ya está aquí mismo. Quien tiene miedo no puede verlo, no puede vivirlo. Sin miedo, puedes ver que cualquier situación, por oscura que parezca, está llena de posibilidades. En todas partes puedes encontrar el bello rostro de Dios.



Marié Morales entrevistando a Montserrat Domingo a la puerta de su casa en la ermita de Sant Joan de Codolar.


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Un libro de conversaciones íntimo y atrevido, que rompe con la imagen estereotipada que se tiene de las monjas para acercarnos a la riqueza y diversidad que viven cada una de ellas.















 
Marié Morales
@crecejoven

En estas páginas nos proponemos investigar las causas del envejecimiento, que es como decir de la vida y el crecimiento, y a partir de ahí, establecer unas pautas que nos permitan vivir una vida más larga, sana, y en definitiva, feliz.  más >>








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