Dalai Lama:
El universo en un solo átomo.
Durante siglos hemos creído que ciencia y espiritualidad son dos realidades antagónicas pero esto no tiene que ser así necesariamente sino que, por el contrario, ambas disciplinas pueden y deben ir de la mano en beneficio de la humanidad.
A juicio del autor, cuando una religión se basa en dogmas o teorías que la ciencia empíricamente rebate, esta religión debería corregir sus errores y desarrollar su concepción de la realidad y de la moral sobre bases más fiables y demostradas. Por otra parte, cuando la ciencia se aleja de su propósito de beneficiar a la humanidad, debe recurrir a unos principios éticos y morales que puede encontrar en la filosofía y en la espiritualidad.
Ciencia y budismo coinciden en la búsqueda de la comprensión de la realidad.
Ciencia y espiritualidad pueden encontrarse más fácilmente, tal vez, en el budismo que en otras religiones, dado que el budismo se ha definido desde sus orígenes como "la ciencia de la comprensión de la mente y de la realidad". Es quizás por eso que el Dalai Lama se ha sentido atraído desde su primera infancia por los avances de la ciencia. Al principio podría tratarse de la mera fascinación que la "magia" de la tecnología occidental provocaba en un niño criado en el campo más rudimentario y en un entorno cultural dedicado más a la comprensión de la mente y del sufrimiento humano que al mundo de los objetos físicos. Pero pronto se dio cuenta de que tanto la ciencia occidental como los estudios más reputados del budismo coincidían, por una parte, en su objetivo de favorecer el bienestar de los seres humanos (la ciencia, ocupándose de su salud física y la espiritualidad de su bienestar mental y emocional); y por otra, en desarrollar una teoría fiable de comprensión de la realidad y del origen de la vida. El enfrentamiento entre ambos campos sólo se da cuando las religiones insisten en mantener argumentos basados en la superstición, la mitología o la leyenda, sin ninguna base científica, imponiéndolos como reales, y cuando la ciencia olvida su objetivo de ayudar a mejorar las condiciones de vida de la humanidad y del planeta y antepone intereses egoístas de la industria, potencias políticas o la trampa de las aparentes ganancias a corto plazo, sin tener en cuenta los efectos colaterales y las consecuencias a medio y largo plazo.
En ambos casos, ciencia y religión pierden su camino y su objetivo último. Y deben recuperarlo.
En "El universo en un solo átomo", el Dalai Lama explica la seducción que ha ejercido en él desde siempre los avances científicos. Desde su curiosidad para desmontar y montar relojes y hasta coches, cuando aún era un niño, hasta su fascinación ante las explicaciones científicas sobre el origen de la vida o la estructura molecular, que en muchos casos coincidían con las enseñanzas de las fuentes budistas más reputadas que él ya había estudiado, desde el mismísimo Buda pasando por otros maestros (filósofos, lógicos, maestros de ética y otros "iluminados") como Nagarjuna, Asanga, Shantideva o Dharmakirti.
La comprensión de la realidad a través de la experimentación y la razón.
Ciencia y budismo coinciden, para empezar, en su metodología.
El punto de partida de la ciencia reside en un espíritu de interrogación presente también en el pensamiento budista.
La gran diferencia entre la ciencia y algunas religiones consiste en que éstas suelen "apelar a una autoridad escrita como fuente de validación de las alegaciones de veracidad". En otras palabras: parten de un libro sagrado como autoridad incuestionable (el Corán, la Biblia, la Torá, etc.). En la ciencia, sin embargo, todas las verdades deben ser demostradas, sea con el experimento o con la demostración matemática. La noción de que algo es así sencillamente porque Newton o Einstein dijeron que es así, no es científica.
Al igual que en la ciencia, en el budismo la autoridad escritural no puede imponerse al conocimiento basado en la experiencia y en la razón. De hecho, el mismo Buda exhortaba a sus seguidores a que no acepten la validez de sus enseñanzas, ni las de ningún otro maestro, sólo por reverencia. El Buda insistía en que la gente debe poner a prueba sus creencias con el examen racional y el experimento personal. Desde este punto de vista, el budismo, en su metodología, otorga mayor autoridad a la experiencia, seguida por la razón y, en último lugar, la escritura.
Metodología.
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Experimentar.
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Racionalizar.
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Apoyo de las escrituras de los sabios.
Tanto en el caso del budismo como de la ciencia, incluso las fuentes más reputadas pueden ser cuestionadas cuando nuevos descubrimientos avalen este cambio.
Así, hubo etapas en la historia en que se consideraba que el mundo era plano, para pasar a admitirse que es redondo y centro del universo y, seguidamente, aceptar que la Tierra es un pequeño planeta que gira en torno al sol, una estrella entre millones (ni la más importante ni la más grande), un minúsculo punto perdido en un extremo de la Vía Láctea.
Pero ni la ciencia, ni el budismo, ni ninguna religión nos pueden hablar de una realidad objetiva ni una explicación completa sobre el funcionamiento de la vida o el origen del universo. Al menos, no en estos momentos.
Nuevos descubrimientos científicos anulan el paradigma anterior.
Durante siglos, el objetivo de la ciencia se ha centrado en la materia, que ha explorado con gran maestría; pero, al lado de la materia, existe el mundo subjetivo de los sentimientos, las emociones, los pensamientos, los valores y las aspiraciones espirituales que éstos promueven. A juicio del Dalai Lama, nuestro entendimiento no será completo ni real "si tratamos este campo (de lo subjetivo) como si no desempeñara un rol constitutivo en nuestra comprensión de la realidad".
La aparición de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica a principios del siglo XX ha venido a romper con el viejo paradigma materialista construido sobre las teorías de Isaac Newton. La moderna física cuántica, por una parte, resalta la importancia del papel del observador en la interpretación de la realidad; además, rechaza la vieja concepción de la realidad y de la materia para demostrarnos, entre otras cosas, que hasta los átomos más pequeños que forman nuestras moléculas, y que se creían indivisibles, no lo son, sino que están formados por partículas más pequeñas, divisibles a su vez, unidas entre sí por el espacio. Los instrumentos de investigación científica más sofisticados (microscopios de última generación) han venido a demostrar viejas teorías (la teoría del vacío y la relatividad del tiempo, entre otras) sostenidas por milenarias fuentes budistas de la India, como Nagarjuna ("La sabiduría fundamental del camino medio"), Dharmashri ("Gran tratado sobre instanciación") o Vasubandhu ("Tesoro del conocimiento superior").
Diferentes teorías científicas pueden tener diferentes implicaciones éticas.
Para el autor, "existe una íntima relación entre nuestra interpretación conceptual del mundo, nuestra visión de la existencia humana y su potencial, y los valores éticos que guían nuestro comportamiento.
Nuestra manera de vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea no puede menos que influir en nuestras actitudes y nuestras relaciones con los demás seres vivos y con el mundo en que vivimos. Ésta es, en esencia, una cuestión ética"
Para el Dalai Lama, como para Nagarjuna (filósofo budista del s. II) o para David Bohm (físico contemporáneo), muchas veces, diferentes teorías científicas generan diferentes implicaciones filosóficas, psicológicas y éticas. Por ejemplo, la teoría newtoniana acerca de la materia sólida, separada y de existencia independiente puede dar lugar a un sentimiento de relación con el mundo que potencia la diferencia, la superioridad o inferioridad y el sentido de pertenencia que promueve actitudes como el racismo, nacionalismos, etc. La nueva física cuántica o la teoría del vacío budista, por el contrario no son, pues, una mera concepción conceptual diferente de la realidad, sino que tienen profundas implicaciones psíquicas y éticas al hacernos saber que no existe una partícula real verdaderamente indivisible y que por tanto no existe la materia separada propiamente dicha ni una realidad objetiva independiente sino que, en última instancia, todo lo que existe está conectado a través del espacio, incluidos los objetos y cuerpos aparentemente sólidos e independientes. Todo forma (formamos) parte de la unidad.
Por la ciencia hacia la felicidad.
Para el Dalai Lama, tanto el antiguo paradigma científico (las leyes newtonianas) como la nueva física cuántica pueden convivir y tener utilidad actualmente. Los viejos conceptos sobre la materia, el tiempo y el espacio newtonianos son perfectamente útiles para la vida cotidiana, mientras que los nuevos descubrimientos científicos de Einstein (sobre la relatividad del tiempo y el espacio) y de la física cuántica (todo está conectado y nuestra percepción de la realidad es subjetiva y simplemente se adapta a lo que ya conocemos) nos sirven mucho mejor para responder a las preguntas más ambiciosas sobre el origen de la vida o el sentido de nuestro lugar en el mundo, así como pueden ayudarnos a desarrollar unos valores de solidaridad y conexión, con la consecuente paz mental y felicidad interior que todos los seres humanos perseguimos. En resumen, los últimos descubrimientos científicos vendrían a apoyar unos valores éticos de solidaridad, al mismo tiempo que un estado psicológico más feliz, una paz mental y una significativa vida espiritual.
En palabras del Dalai Lama, "si los seres humanos utilizáramos nuestros recién adquiridos conocimientos científicos (física cuántica, genética, etc.) apropiadamente, fortaleceríamos la sensación de afinidad y de unidad, no sólo con nuestros semejantes sino también con todas las formas de vida. Esta perspectiva sostendría, consecuentemente, una conciencia medioambiental más adecuada y saludable".
También tenemos una responsabilidad con el futuro.
En esta búsqueda de comprensión de la realidad y de conexión entre ciencia y espiritualidad, el Dalai Lama se reúne periódicamente con diferentes científicos y filósofos de todo el mundo, en su residencia de Dharamsala, en la India, en unas conferencias bajo el lema " Ciencia y Mente". El objetivo se centra, entre otras cosas, en que ciencia y espiritualidad colaboren y se enriquezcan entre sí, en su objetivo común de servicio a los seres humanos y el planeta en general. De no ser así, de perder su camino, la ciencia podría conducirnos a la destrucción de las especies y del planeta en general (con polémicos experimentos como la modificación genética o la clonación humana, de consecuencias imprevisibles) mientras que la espiritualidad mal entendida, por otra parte, podría llevarnos a peligrosos enfrentamientos dogmáticos y luchas de religiones, como ha ocurrido tantas veces en la historia.
Está muy bien utilizar el estudio de la neurobiología, la psicología y hasta la teoría budista de la mente para intentar ser más felices y para cambiar nuestros pensamientos (y físicamente nuestras mentes) con el cultivo deliberado de estados mentales positivos. Pero nuestra responsabilidad como seres humanos va mucho más allá, a juicio del Dalai Lama:
"Nuestra propia supervivencia exige que empecemos a considerar nuestra responsabilidad ética, no sólo en las aplicaciones de la ciencia sino también el la dirección que sigue la investigación y el desarrollo de nuevas realidades y tecnologías".
Y lo mismo vale para los dogmatismos y extremismos religiosos.
Como conclusión, el Dalai Lama, insiste en que no podemos olvidar que, aunque apliquen métodos distintos, la ciencia y la espiritualidad comparten el mismo objetivo de mejora de la condición humana. Con los últimos descubrimientos científicos, "en esta primera década del siglo XXI, la ciencia y la espiritualidad tienen la posibilidad de encontrarse más cerca que nunca y de emprender un esfuerzo en común para ayudar a la humanidad a enfrentarse a los desafíos que se nos plantean".
El libro:
"El universo en un solo átomo".
Dalai Lama.
Editorial Grijalbo
Texto: Marié Morales.