Fantasmas del pasado.
Estamos atados a un pasado que, la mayoría de las veces, es sólo una invención para justificar nuestro temor al cambio.
El mito de origen del ego (eso que llamamos "yo") es la historia que hemos creado inconscientemente para justificar nuestro modo de ser, y por ello estamos tan apegados a lo que llamamos nuestro pasado. Aunque haya sido espantoso, amamos secretamente nuestro pasado y somos muy reacios a dejarlo atrás, ya que es lo que sostiene nuestro ego.
Cuando finalmente nos encaramos con nuestro pasado real podemos descubrir extremos sorprendentes como, por ejemplo, que nosotros no fuimos la víctima sino el verdugo. O, simplemente, que no existieron todos esos fantasmas que durante años o décadas hemos mantenido con la firme convicción de que condicionan profundamente nuestro presente y nuestra forma de ser.
Valga como ejemplo ilustrativo la historia de Juan Carlos, asistente a los talleres de crecimiento personal del psicoterapeuta mexicano Víctor Sánchez.
Juan Carlos era tímido y silencioso. Cuando intentaba hablar con los demás a veces tartamudeaba. Con el tiempo fue tomando confianza con sus compañeros de grupo y llegó un momento en que finalmente les confesó lo que le pasaba.
- Tengo 30 años y nunca he besado a una mujer -dijo-. No sé lo que se siente. A pesar de mi edad, nunca he tenido novia. Eso es lo que me está haciendo daño. No quiero estar solo pero no sé cómo abordar a la gente, especialmente a las mujeres. Me gustaría ser como los demás hombres pero, para mi desgracia, no sé qué hacer.
Sus palabras impresionaron a todos los presentes, sobre todo porque Juan Carlos era una persona perfectamente normal, un hombre joven, más bien esbelto y bien parecido. No era un monstruo ni muchísimo menos. Tenía una profesión y buenos ingresos. ¿Por qué estaba entonces hundido en ese profundo agujero?
- Pero ¿cómo es posible? ¿Qué te sucedió para encontrarte en una situación como ésta? -preguntaron algunos de sus compañeros.
Entonces Juan Carlos les contó la historia de su vida.
Había sido un niño triste porque su padre nunca quiso jugar con él. Para agravar aún más las cosas, los otros niños de la vecindad lo rechazaban porque lo veían raro, así que tampoco tenía oportunidad de jugar con ellos. ¿Qué puede haber más triste que un niño que no juega?
- Creo que fue esto lo que ha hecho de mí un hombre triste y solitario -dijo Juan Carlos-. Si mi padre no quería jugar conmigo, ¿qué podía esperar yo de las otras personas?
Nadie de los reunidos dijo una sola palabra: todo el mundo pudo sentir lo que él sentía. Tenía toda la razón del mundo para estar mal. Después de escuchar sus descorazonadoras experiencias, todos entendimos su situación y comportamiento.
Juan Carlos continuó su formación en el taller y así llegó a la parte que trataba de la recapitulación (técnica que hace que vuelva a revivir su pasado). Asistía, junto con otros 56 participantes, a nuestro taller intensivo de 15 noches de recapitulación. En este taller los asistentes, durante dos semanas, pasan la noche en el interior de una caja, para realizar de este modo la recapitulación.
Después de la primera semana, las noches eran especialmente agitadas. Los participantes estaban reviviendo sus experiencias pasadas con toda intensidad. De pronto, de la caja de Juan Carlos salieron fuertes gritos. No sabíamos lo que pasaba pero, de lo que sí podíamos percatarnos, es de que, fuera lo que fuese, era algo muy intenso.
Más tarde, a eso de las 3 de la madrugada, Juan Carlos salió de su caja llorando y riéndose al mismo tiempo. Pero gritaba de felicidad.
- ¡Era mentira! ¡Era mentira! -gritaba Juan Carlos.
- ¿Qué es lo que era mentira? ¿De qué estás hablando?
- ¡Mi vida! ¡Mi vida era una mentira! -siguió repitiendo- ¡No era cierto! ¡No era verdad que mi padre nunca jugaba conmigo!
Mientras decía esto, Juan Carlos reía y lloraba, en un estado de agitación intensa que no podía controlar.
- He podido recordar a mi padre jugando conmigo. Es verdad que era un hombre preocupado y muy estricto, pero lo cierto es que me trataba con cariño y ¡claro que llegamos a jugar juntos! ¡He podido recordar mi risa de niño! Además, no era verdad que nunca jugara con otros niños. Me han llegado recuerdos de situaciones divirtiéndome con ellos. Todo era mentira. ¿Por qué perdí entonces mi alegría? Nada era verdad. ¡Soy un hombre normal! ¡Tuve una infancia normal! ¿Cómo he podido olvidar todo esto? ¿Cómo he podido? -se preguntaba, asombrado, nuestro amigo.
Juan Carlos derramaba lágrimas de felicidad por haber recuperado su alegría y el cariño de su padre. La historia del niño triste que luego se convirtió en un hombre triste era sólo una mentira que su ego utilizaba para evitar el riesgo de un cambio.
No hacía ni un mes que había terminado sus actividades en el taller cuando Juan Carlos había solucionado ya su problema de no saber haber besado nunca a una mujer. En realidad, hizo algo más que eso. En unos pocos meses consiguió tener tanta aceptación entre las mujeres que dedicaba más tiempo a sus relaciones sociales que al trabajo.
El caso de Juan Carlos es un ejemplo típico de cómo estamos atados a un pasado que, la mayoría de las veces, es sólo una ficción que nos hemos inventado para justificar nuestro temor al cambio o nuestra negligencia para provocarlo.
La memoria ordinaria no nos proporciona una información realista de lo que ha sido nuestra vida; se trata solo de la historia de un ego que hemos construido.
El autor:
Victor Sánchez
El libro:
El camino tolteca de la recapitulación. Gaia Ediciones.
Texto: Marié Morales.