Antoni Bolinches:
La felicidad, como la tierra, para quien la trabaja.

La felicidad no es algo que puedan darnos los demás o que dependa de lo bien que nos van las cosas. Únicamente quien es capaz de aceptarse y quererse está en condiciones de propiciar su felicidad y compartirla. Y quien no lo siente así puede ponerse en acción para conseguirlo.
En "La felicidad personal", Antoni Bolinches te propone una serie de pautas para una transformación interior que permita vivir con coherencia y amor, y para desarrollar el máximo potencial personal.
¿De qué va el libro?
La tesis del libro es simple: quien trabaja en su automejora no sólo consigue mayores cotas de seguridad sino que, además, experimenta la satisfacción de convertirse en protagonista principal y determinante último de su propio destino. Nadie es tan perfecto como para no desear mejorarse, ni tan imperfecto como para no poder conseguirlo. Según el autor, el sentimiento de felicidad se activa cuando somos capaces de aceptarnos críticamente y nos orientamos hacia la superación personal.
El libro nos guía para realizar una mirada honesta y en profundidad dentro de la propia persona para detectar bloqueos y activar actitudes que nos permitan la transformación en vías de la felicidad personal.
Autonomía también para la felicidad.
Desde un punto de vista filosófico, y también práctico, la felicidad se considera como el fin último y el bien supremo de la existencia. Lo que ya no está tan claro es cómo alcanzarla. Según Antoni Bolinches, la felicidad puede alcanzarse por infinidad de caminos, siempre y cuando el escogido sea adecuado para quien lo elige. Si construyes tu idea de la felicidad y te orientas hacia ella, estarás siendo feliz en el trayecto.
Aunque no siempre es posible crear las circunstancias externas ideales, siempre estará a tu alcance vivirlas de la forma más feliz posible. Por eso es importante afrontar el estado de felicidad desde una perspectiva que dependa más de la propia persona y menos de las demás. Es posible trabajar psicológicamente para alcanzar mayores cotas de bienestar personal y, para ello, el autor presenta una propuesta de revolución interior: en lugar de malgastar tus fuerzas intentando cambiar a los demás, reserva tu energía para invertirla en tu propio proceso de superación personal.
La revolución empieza dentro.
La mayoría de las veces buscamos la felicidad fuera y culpamos a los elementos externos de nuestra insatisfacción: la vida es injusta y las demás personas son responsables de nuestros problemas y malestar. Nos pasamos la vida buscando pelusilla en los rincones de las casas ajenas en vez de dedicarnos a poner orden en la nuestra a la que, generalmente, buena falta le hace. Cuando seamos capaces de desplazar hacia el crecimiento interno parte del esfuerzo que ahora realizamos para detectar las imperfecciones ajenas, se habrá iniciado de forma definitiva un imparable e irreversible proceso de perfeccionamiento humano.
Para empezar, sólo tienes que reorientar hacia ti el espejo en el que normalmente intentas que las demás personas vean reflejadas sus faltas y, de esta manera, estarás realizando la inversión más importante de tu vida, Si en lugar de lamentarte continuamente de lo mal que están las cosas y lo ineptas que son las personas que te rodean centras tu capacidad de crítica en las propias imperfecciones y en el automejoramiento, descubrirás un nuevo placer: el de crecer internamente y descubrir tus genuinos potenciales.
La felicidad para quien la trabaja.
Existen unos facilitadores y unos dificultadores en el camino de la felicidad. Entre los facilitadores están la realización personal, el amor armónico y la congruencia interna. Entre los dificultadores, el sentimiento de inferioridad, el vacío afectivo y el sentimiento de culpa.
Los facilitadores:
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La realización personal puede experimentarse ya sea a través de la actividad profesional o de aficiones, y se manifiesta en forma de optimismo, vitalidad, energía interna, alegría e ilusión por las cosas.
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El amor armónico se fundamenta en la madurez, la autonomía, la seguridad personal y el equilibrio psicológico que en ningún caso buscarás o esperarás de la otra persona sino que deben ser aportados a la convivencia porcada una de las partes.
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La congruencia interna se da cuando el "yo" (consciente) consigue armonizar las necesidades del "ello" (instintivo) con las exigencias del "superyó" (ideal). Sólo es posible a través de unas conductas basadas en la autenticidad, un fuerte autoconcepto y la seguridad personal.
Los dificultadores:
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El sentimiento de inferioridad provoca la envidia y la competitividad y puede conducirte a buscar faltas en las demás persones (o inventártelas) a fin de aliviar el malestar producido por tus complejos. La clave está en aumentar la admiración y disminuir la envidia. "Quien quiera aumentar la felicidad debe potenciar la admiración y disminuir la envidia" (Bertrand Russell). La admiración resulta estimulante porque invita a la superación a través de las conductas positivas inspiradas en el modelo. En cambio, la envidia paraliza la iniciativa, empobrece a la persona y genera resentimientos.
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El vacío afectivo parte de nuestras exageradas exigencias, excesiva necesidad afectiva y/o la poca preparación para la convivencia. La clave está en acercarnos al amor para compartir lo que tenemos en lugar de hacerlo para buscar lo que nos falta. "Hay que convertirse en la persona adecuada en lugar de buscar a la persona adecuada" (Sondra Ray).
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El sentimiento de culpa se produce cuando el "superyó" recrimina al "yo" que éste se haya dejado llevar por las necesidades del "ello". La clave está en saber gozar el máximo de felicidad que puedas sin disminuir la felicidad de las demás personas.
La búsqueda de la felicidad desde un egoísmo sano.
El egoísmo es natural y parte de la condición humana, porque sólo desde el "yo" podemos abordar nuestras experiencias y la vida en su conjunto.
Todos somos a la vez emisores y receptores de conductas egoístas pero no evaluamos con el mismo criterio ambas opciones. Mostramos mayor facilidad para detectar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio y eso distorsiona nuestra percepción del egoísmo (porque lo categorizamos según la forma en que afecta a nuestros intereses) y de la vida en general.
Un egoísmo aceptable y sano consiste en procurar que quienes te rodean estén bien para, de esta manera, estar tú mejor. Sólo desde este egoísmo sano puede garantizarse el principio de autenticidad en las relaciones personales (y aquí tendrían que tomar nota especialmente aquellas personas acostumbradas a poner por delante las prioridades ajenas -de sus hijos, su pareja, la familia, las amigas- a las suyas propias por miedo a ser consideradas egoístas). Desde un egoísmo sano y positivo, tus relaciones ganarán autenticidad y nadie dudará de la fiabilidad de tu conducta, porque sabrán que lo que haces realmente se corresponde con tus deseos y motivaciones.
Por otra parte, aceptando el egoísmo ajeno tendrás menos experiencias decepcionantes, te defraudarás menos y agradecerás más. Quine no espera nada, todo lo agradece. Sólo quien espera demasiado puede considerar que recibe poco; son las típicas personas que se quejan continuamente de que "la gente" les ha fallado.
A través de la crítica y la reflexión podemos orientar nuestro egoísmo en la buena dirección: andar por la vida es ir hacia uno mismo y, en el camino, encontrar a los demás.
La fuerza de voluntad.
La voluntad consiste en la capacidad de mantener libremente un esfuerzo continuado hacia metas y objetivos deseados. Cuando alguien actúa de acuerdo con su voluntad está siendo a la vez libre, por decidir el esfuerzo; autodisciplinado, por mantenerlo, y auténtico, por orientarlo hacia los objetivos deseados. La voluntad expresa y ejercita importantes cualidades del ser: la constancia, la paciencia, la coherencia y la reflexión. Por eso, decir "buena voluntad" es casi una redundancia. Lo que es bueno para ti lo haces gracias a la voluntad; lo malo, a pesar de ella.
Yo estoy bien, tú estás bien.
Cuanto mejor te conozcas, menos distorsionarás y más acertadamente tomarás tus decisiones.
Para tu autoconocimiento, te ayudará saber que existen unas actitudes básicas que Eric Berne, el creador del análisis transaccional, las clasificó de la siguiente manera:
1. Yo estoy bien, tú estás bien. Es la persona que se acepta a sí misma y se siente bien, es positiva con las demás, no emite juicios de valor ni descalifica al prójimo. Acepta a las personas como son y dialoga con ellas contrastando civilizadamente sus pareceres. Admite de entrada que las demás personas pueden estar bien a su manera.
2. Yo estoy bien, tú estás mal. Expresa una actitud de superioridad. Es la persona que acostumbra a enjuiciar, criticar y descalificar a las demás. Ella se siente buena, honesta y correcta; las demás personas son inmaduras, imperfectas y pobres de espíritu. Da pie a la personalidad intransigente y autoritaria. Es la persona que, si le van bien las cosas, resulta difícil de soportar, pero si le van mal se siente incomprendida y desarrolla actitudes de menosprecio hacia las personas -o el sistema- a quienes atribuye la responsabilidad de su fracaso. En sus relaciones crea situaciones de dependencia o rechazo y su trato resulta, con frecuencia, conflictivo, casi nunca productivo y siempre de bajo nivel comunicativo.
3. Yo estoy mal, tú estás bien. Desde un sentimiento de inferioridad, la persona busca apoyo, comprensión o ayuda e intenta hallar en otras personas lo que no encuentra en sí misma. Esta posición lleva a la búsqueda, más o menos neurótica, de apego emocional.
4. Yo estoy mal, tú estás mal. La visión del mundo, la vida y las personas es pesimista. Ni está receptiva para escuchar ni cree que nadie tenga las respuestas, con lo cual es difícil que atienda si lo hacen. Personas solitarias y retraídas que pueden acabar en la automarginación.
Sólo desde la primera actitud vital (yo estoy bien, tú estás bien) podemos andar el camino que conduce a la felicidad.
Frases para recordar:
"La utopía no es irrealizable por definición sino por tradición. Caminar hacia la nuestra ayuda a mejorar el mundo y, además, es una buena manera de tener un proyecto vital atractivo".
"La persona no es esclava de su destino sino de su conducta".
"Las personas se diferencian más por el tipo de soluciones que aplican que por la naturaleza de los problemas que afrontan".

El libro.
La felicidad personal.
Una guía práctica y útil para alcanzar un estado de felicidad profunda, independiente de las circunstancias externas.
Editorial: Random House Mondadori. Debolsillo.
Texto: Marié Morales.